Voluntariado en Sri Lanka

Un niño – Una sonrisa: así es como definiría el proyecto de la Fundación Gomaespuma en Sri Lanka. Es un aprendizaje personal en el cual no sólo los niños reciben el cariño de los voluntarios, sino que nos enseña otro mundo, otras formas de vida completamente distintas a las que estamos acostumbrados. Los lugareños nos han hecho sentirnos como en casa desde el primer día que llegamos haciendo el orfanato nuestro hogar. Es una experiencia única que me ha enseñado unos valores que nunca olvidaré y que siempre aplicaré en mi día a día. Gracias a la Fundación Gomaespuma por esta súper experiencia y por darnos la oportunidad de ser parte de ella.

Mi experiencia este verano en Sri Lanka ha sido de las mejores cosas que me han pasado en la vida. Me ha hecho crecer como persona y conocerme a mí misma y me ha enseñado cosas que nunca voy a olvidar. Me siento feliz y afortunada de haber podido estar allí y orgullosa de todo lo que con la ayuda de la Fundación y los voluntarios hemos construido, enseñado y realizado con los niños. Aún queda mucho por hacer pero cada vez son más las personas que como Piluca dedican su tiempo a ayudar a los demás sin buscar nada a cambio. Las sonrisas de esos niños son el mayor regalo y de lo más gratificante. Gracias a la Fundación Gomaespuma por habernos brindado la oportunidad de aportar nuestro granito de arena y gracias a todas las personas que de una manera u otra, ayudan a los demás.

Desplazada al otro lado del mundo, me di cuenta que seguía siendo yo, la misma que en cualquier otro lugar, y que había venido a hacer lo que mejor se me da: pintar y transmitir mi pasión por el arte a otros. Así que eso es lo que allí hice. Lo bueno es que en Sri Lanka los otros eran niños de todas las edades ávidos de aprender, y deseosos de dar y de recibir cariño. Y la experiencia se transformó en un continuo dar y recibir (con los niños, entre los voluntarios, con los Padres Franciscanos), en una felicidad compartida que me hizo sentir plena y sacar lo mejor de mí misma. La estancia en Sri Lanka está bien guardada en mi archivo de momentos felices: en la repisa de arriba, y cada vez que allí voy, el sentimiento que en mi aflora es siempre el mismo: Agradecimiento: ¡Gracias Fundación Gomaespuma!

Sin duda la mejor experiencia de mi vida. La sensación que me llevo de Sri Lanka es especial. Los niños me han enseñado a querer en muy poco tiempo y me han transmitido un amor inmenso. Dan todo lo que tienen, agradecen todo lo que das, siempre te ayudan en todo y jamás escuchas un no por respuesta. Me encantaban sus sonrisas tan enormes y preciosas que reflejan una felicidad que nunca había visto tan de cerca y que tanto transmitían. Me han llenado de vida y alegría y han logrado que, al menos una vez al día, piense en volver a ir para estar con ellos. Solamente ha sido posible sentir estas emociones y haberlas vivido así, gracias a la Fundación Gomaespuma, a la cual estoy y estaré eternamente agradecida.

Desde mi opinión, este voluntariado ha significado una gran experiencia y una gratificante aventura. Hermano Selva, o como le llamábamos todos Bro Selva, ha sido un eslabón clave en este proyecto junto a Piluca (la organizadora del voluntariado). Sin ellos esta experiencia hubiera sido inexistente. Gracias al Bro Selva por toda la atención, cuidados que nos ha dado, ayudas que nos ha facilitado en todo momento con el proyecto ¡Y sobre todo por el cariño que nos ha transmitido cada día! Al marcharme sentí mucha pena, las despedidas no son alegres, pero me fui tranquila y feliz ¡Sabía que los niños iban a estar muy bien ahí! También quisiera dar las Gracias a todos los que compartieron ese mes tan increíble, porque cada uno de los que estuvieron llenaron parte de mi corazón.

Tomar la decisión de ir a Sri Lanka no fue fácil, que si no conocía a nadie, que si la cultura, que si no sé nada del país… Ahora lo miro y aquellas dudas no eran nada que una tarde de conocernos con un par de cervezas no pudieran solucionar. Ahora lo miro, y doy gracias, aprendí muchísimo de cómo es la vida fuera de mi zona de confort, y viví gracias a eso una experiencia única que recomiendo a todo el mundo. También hay que mencionar a Pilu, que es maravillosa, y no creo que exista una organizadora más humana, con una capacidad increíble para sacar sonrisas todos los días. Realmente recomiendo esta experiencia, el tiempo vuela, ¡pero la recompensa interior es maravillosamente gratificante!

Después de aquella experiencia, puedo decir que para mí el voluntariado no ha terminado. Cada día que pasa, encuentro una ocasión para aplicar lo que aprendí de la felicidad, del entusiasmo y las ganas de vivir que aprendí de los niños, a la vez que el compromiso y el enorme cariño del Hermano Selva. La cultura tan sana que viví ahí me ha hecho plantearme muchas cosas y explicarlo en pocas líneas es casi imposible… Por eso mismo ¡invito a cualquiera a vivir esta experiencia!

Mi estancia en Sri Lanka ha sido un gran regalo y una enorme aportación a mi forma de ver las cosas, a la diferente perspectiva que tenía sobre el mundo. En este viaje solidario no solo fui a enseñar y a compartir mis conocimientos y habilidades, sino que también aprendí cosas muy valiosas que la gente y el lugar en el que te rodeas te enseña: a cuidar de ti mismo, a convivir, a trabajar en equipo, a compartir cantidad de nuevas emociones.

Ha sido una experiencia inolvidable. Inolvidable por todas las personas que han formado parte de ella. Tanto por el cariño de todos los niños, sus sonrisas y su ejemplo, como por la simpatía y amabilidad de los Brothers que se encargan de los orfanatos, por todos mis compañeros que formaban el grupo de voluntarios y que ahora se han convertido en verdaderos amigos para siempre, por todo el esfuerzo y trabajo que hay detrás de las personas que día a día sacan la Fundación Gomaespuma adelante. Inolvidable también por ser Sri Lanka, por su cultura y su gente, sus calles, sus colores y sus tradiciones. No puedo estar más agradecida y más feliz de haber podido formar parte de un proyecto como éste. Sólo me queda dar las gracias a todos los que habéis hecho posible. Y espero poder seguir colaborando en lo que haga falta. Incluso volver algún día a Sri Lanka, porque donde fuiste feliz siempre regresarás.

Una experiencia brutal. Para mí el voluntariado fue energía, cariño, dedicación y alegría. Nada de lo que pueda decir siquiera se acerca a definir el tiempo que estuvimos en Sri Lanka. Lo repetiría una y mil veces; por los niños, a quienes quisimos desde el día en que les vimos por primera vez; por los voluntarios, que en muy poco tiempo se convirtieron en personas súper especiales, formando una pequeña “Happy Family”; por la fundación, que hace una labor increíble con una dedicación absoluta; y por todo lo que aprendí, ya que nunca pensé que un viaje podría enseñarme tantas cosas y llenarme de esa manera.

I think back to everything I lived in Sri Lanka. A country where vivid colours brighten the day and tuk - tuts laced with neon lights enliven the night.Its spices and drumming music swell your tongue and feet alike. A vast array of landscapes, exotic animals and ancient temples give way to sights and sensations I had never before experienced. Yet, there is not a doubt in my mind that I'd give all of that away for the people I met in this wonderful place. Never before had I felt so loved by crowds of children that swarm to meet and play with you daily. It is truly amazing just how happy and full of kindness these kids were, and yet the people I worked with still manage to live up to the challenge. Every individual met these kids with equally unimaginable bounds of love. I will always have a place in my heart for those I met on this journey, whose smiles and spirit are forever in my mind. I am as amazed as I am grateful for this incredibly fulfilling experience